APORTE ESCRITO POR EL INVESTIGADOR AZULEÑO OMAR HORACIO ALCÁNTARA, DESCENDIENTE DE LOS FUNDADORES DE AZUL Y UNA DE LAS PERSONAS QUE MAYORES CONOCIMIENTOS POSEE SOBRE EL ORIGEN, LA TRAYECTORIA Y LA ACTUALIDAD DE ESA CIUDAD.
El capitán Rufino Solano no llegó al Azul en una expedición militar, simplemente nació en este poblado cinco años después de su fundación. En este lugar, tuvo una infancia normal y feliz, junto a su numerosa familia. Vivía en la zona rural de Azul, a bastante distancia del incipiente pueblo, allí fue donde se crió y se educó junto a otros niños moradores del paraje, sin que a ninguno de ellos le preocupara demasiado saber quien era más originario que el otro.
La familia Solano, estaba asentada en la región de la Sierra Chica (actual Hinojo), a orillas del Arroyo Tapalquén, en cuyas aguas, Rufino acostumbraba nadar con sus hermanos y otros niños amigos, también disfrutaba cabalgando con ellos por los inmensos campos. En este grupo de jóvenes, se encontraban los hijos del cacique Juan Catriel, uno de ellos era Cipriano Catriel, con quien Rufino Solano se llevaba unos días de diferencia, ambos nacieron en el año 1837 y Juan José Catriel era dos años mayor que ellos.
En el lugar, donde no habían fuertes ni cuarteles, los Catriel y las demás familias indígenas vivían en sus toldos e incluso algunos de ellos trabajaban en el campo de del padre de Rufino: Dionisio Solano, que era alcalde rural del Arroyo Azul, aguas arriba, cargo que ocupó durante más de veinte años. Tiempo durante el cual, jamás existió el menor enfrentamiento entre ambos pueblos.
Fue así como Rufino Solano aprendió a hablar la lengua indígena, a rastrear los campos, a domar a “lo indio”, a guiarse en la inmensidad de las pampas, a fabricar lanzas y boleadoras; y un sin fin de cosas más, que le fueron enseñadas por esta gente originaria, incluyendo el respeto, la dignidad y fundamentalmente el valor de la amistad.
En este medio y con estos preceptos, Rufino Solano creció y se hizo hombre, de tal modo que no solo aprendió el idioma del aborigen, a ser “lenguaraz”, de esos habían varios, la gran diferencia con todos ellos era que Rufino también se convirtió “almaráz”, porque también sabía interpretar a la perfección el alma y los sentimientos de los indios pehuenches (catrieles), sus entrañables amigos.
De idéntica forma, Cipriano Catriel, quien luego heredó el cacicazgo de su padre, conocía las peculiaridades de los cristianos y dominaba a la perfección la “lengua Huinca”, más allá que se hiciera asistir por intérpretes, por cuestiones de protocolo. Por este motivo, no llamaba la atención que este grande y buen cacique se mantuviera tan cerca de los cristianos, como es muy bien conocido.
Por aquella época, los catrieles, en su gran mayoría, eran absolutamente pacíficos, amigables y además laboriosos, bastante más que muchos cristianos; confirma lo expresado, la existencia de tratados y de correspondencia en las cuales los catrieles solicitaban arados, bueyes y semillas, no aguardiente, como con malicia se suele decir.
Esta armoniosa y larga convivencia llegó ser de tal magnitud, que además los catrieles formaban parte activa en la protección y defensa de los poblados y de los campos. Prueba de ello, es la existencia de numerosos partes oficiales donde se detallan las funciones de custodia, persecución y captura en contra de los miembros de otras tribus foráneas y también pandillas huincas, que venían a saquear y hacer desmanes a la región. La seguridad era un tema común y así estaba expresamente establecido en los convenios de paz que han llegado hasta nuestros días. Eso tampoco nadie lo puede negar.
Lo cierto es que los “catrieles” patrullaban la zona junto con los “milicos” y los demás pobladores; incluso, estos llegaron a formar parte mayoritaria del ejército que llevó a cabo el famoso combate de San Carlos, que marcó la derrota de los caciques mapuches Juan Calfucurá, Pinsén, entre otros.
En estas acciones, todos ellos defendieron a los suyos, que no eran otra cosa que sus esposas, sus hijos, sus hermanos, sus padres, sus amigos y todos los pobladores que vivían en el lugar, sean ellos indios o cristianos. Por estos obvios motivos, rara vez los catrieles tomaron prisioneros huincas, porque durante décadas convivieron y se protegieron mutuamente del peligro común que representaban las partidas araucanas (mapuches) provenientes desde el oeste, del lado de la cordillera.
El que afirma que la tribu de los Catriel era igual que las demás tribus aborígenes no conoce la historia de Azul o realmente persigue otros fines.
La actual población de ciudad de Azul está compuesta por los descendientes de toda esa gente, a los que debe sumarse el valioso aporte de los inmigrantes, que llegaron luego. Pero junto con todos ellos, son también nuestros antepasados los cientos de cautivas, niños, niñas y demás prisioneros que Rufino Solano salvó y protegió, durante gran parte de su vida. Para que se entienda bien: proteger en aquella época significaba evitar que fueran matados o que perdieran su libertad.
Poe eso, las personas liberadas por el capitán Solano, no eran recuperadas de los toldos de Catriel, salvo motivo especial, como cuando Juan Catriel se llevó al Juez de Paz de Tapalqué Exequiel Martínez y a toda su comitiva, pero fueron estos últimos los agresores e insolentes. En dicha ocasión, nada ni nadie podía torcer la férrea voluntad del bravo Catriel, que no quería liberarlos, hasta que se hizo presente en sus toldos Rufino Solano, un soldado de apenas 19 años, que se retiró llevándose los prisioneros, sanos y salvos. Desde entonces Rufino no cesó de rescatar personas, tanto huincas como indígenas, según detalla la historia.
Para concretar los rescates, el canje de prisioneros o arribar a acuerdos de paz en los toldos de Calfucurá, Namuncurá y de otros caciques que no eran de la zona del Azul, el capitán Rufino Solano se acercaba a ellos con absoluta serenidad, no demostraba temor ni flaquezas, pero si actuaba con gran respeto y lealtad, cumpliendo siempre con palabra dada. De esa manera logró ganarse la consideración y el aprecio de estos jefes aborígenes, y por esa razón, nunca se retiraba de los toldos sin llevarse su preciosa carga, su principal objetivo, que era liberar las personas cautivas. Ellos eran niños, niñas, hombres y mujeres, en su mayoría de estas últimas, que también eran madres, hijas, hermanas y esposas arrancadas del seno de sus hogares y de sus seres queridos. Como aún suele ocurrir en nuestros días, como también es igual el dolor de las victimas de la cautividad y la desdicha de sus desconsolados familiares.
Para realizar estas tareas de rescate, Rufino Solano se jugaba lo más valioso que poseía: su vida y también él tenía una familia que esperaba preocupada su regreso.
Por este ejemplar comportamiento, finalizado el exterminio, los caciques le solicitaron a Rufino Solano que los acompañara como intérprete y “veedor” de sus peticiones de tierras ante el Gobierno. Aunque solo pudieron obtener inhóspitas y miserables tierras que el Gobierno Nacional les terminó “concediendo”, como una limosna. Estas injusticias sucedieron porque en aquella época, salvo casos aislados como el de Rufino Solano, no fueron muchas las voces que se alzaron en favor de los reclamos del pueblo originario. Por ello venían a buscarlo al mismísimo Azul, sabían con certeza que podían confiar en esta persona, que trataron hasta el final de sus días, allá por el año 1913.
El capitán Rufino Solano representa el más claro testimonio de la existencia de una manera civilizada y humana de lograr una integración con el aborigen. Por ello, aún tratándose de un militar, ha recibido ponderados conceptos de don Osvaldo Bayer. Con seguridad, este prestigioso historiador, de aguda inteligencia y de muy respetables convicciones, supo ver más allá del uniforme que vestía el capitán Rufino Solano.
Respecto a la cautividad de personas, solo basta abrir los ojos ante la vil explotación que provoca la trata de blancas, de menores y el tráfico de órganos, o también conflictos políticos y sociales que se presentan en casi la totalidad de nuestro planeta y, por supuesto, también en nuestro propio país.
Al respecto, son patéticos los recuerdos de nuestro pasado reciente y todavía hoy se continúa rescatando hijos de personas secuestradas y/o desaparecidas. La cautividad vulnera flagrantemente el género y avasalla los derechos de la familia toda. Por lo trascendente del tema, muchos autores de nuestro país y del extranjero han resaltado la ejemplar acción desplegada en el pasado por Rufino Solano.
Lamentablemente, gran parte de la sociedad actual desconsidera o se resiste a tomar conciencia del histórico sufrimiento del que ha sido víctima la mujer en el pasado y esa quizás sea precisamente la causa por la cual continúa sucediendo en el presente. En efecto, se conserva una postura lejana e indiferente hacia el género femenino y se razona con los mismos tapujos y dobleces que existían hace doscientos años atrás, desnudando al mismo tiempo idéntica ceguera intelectual y cultural que imperaba en “otras épocas”, duele y preocupa aún más, cuando esta concepción también la encontramos en muchas de sus congéneres.
Todos los nacidos de una mujer deberían reconsiderar seriamente estos equivocados prejuicios, de lo contrario, que clase de sincera y sana solidaridad se puede esperar de una sociedad que adolece de tan grave falencia moral, ante la ocurrencia de hechos como, por ejemplo, el de niña Sofía Yasmín Herrera, en nuestra provincia de Tierra del Fuego, que aún no aparece y a muy pocos les preocupa. Y de tantos otros casos que lamentablemente existen.
Hace varios años, demasiados, que no tengo la dicha de vivir en mi ciudad natal, pero cuando era niño casi a diario iba a la casa de mi abuela materna, doña Manuela Solano, nieta de Dionisio Solano, allí solía encontrarme con varios de los descendientes de la gente de Catriel que con frecuencia la venían visitar. Porque me olvidaba de contarles algo más: ellos también son bastante más agradecidos que muchos de los huincas. Por ello, de todas estas personas guardo un muy cariñoso recuerdo y el gran orgullo por haberlas conocido.
Autor: Dr. Omar Horacio Alcántara
La familia Solano, estaba asentada en la región de la Sierra Chica (actual Hinojo), a orillas del Arroyo Tapalquén, en cuyas aguas, Rufino acostumbraba nadar con sus hermanos y otros niños amigos, también disfrutaba cabalgando con ellos por los inmensos campos. En este grupo de jóvenes, se encontraban los hijos del cacique Juan Catriel, uno de ellos era Cipriano Catriel, con quien Rufino Solano se llevaba unos días de diferencia, ambos nacieron en el año 1837 y Juan José Catriel era dos años mayor que ellos.
En el lugar, donde no habían fuertes ni cuarteles, los Catriel y las demás familias indígenas vivían en sus toldos e incluso algunos de ellos trabajaban en el campo de del padre de Rufino: Dionisio Solano, que era alcalde rural del Arroyo Azul, aguas arriba, cargo que ocupó durante más de veinte años. Tiempo durante el cual, jamás existió el menor enfrentamiento entre ambos pueblos.
Fue así como Rufino Solano aprendió a hablar la lengua indígena, a rastrear los campos, a domar a “lo indio”, a guiarse en la inmensidad de las pampas, a fabricar lanzas y boleadoras; y un sin fin de cosas más, que le fueron enseñadas por esta gente originaria, incluyendo el respeto, la dignidad y fundamentalmente el valor de la amistad.
En este medio y con estos preceptos, Rufino Solano creció y se hizo hombre, de tal modo que no solo aprendió el idioma del aborigen, a ser “lenguaraz”, de esos habían varios, la gran diferencia con todos ellos era que Rufino también se convirtió “almaráz”, porque también sabía interpretar a la perfección el alma y los sentimientos de los indios pehuenches (catrieles), sus entrañables amigos.
De idéntica forma, Cipriano Catriel, quien luego heredó el cacicazgo de su padre, conocía las peculiaridades de los cristianos y dominaba a la perfección la “lengua Huinca”, más allá que se hiciera asistir por intérpretes, por cuestiones de protocolo. Por este motivo, no llamaba la atención que este grande y buen cacique se mantuviera tan cerca de los cristianos, como es muy bien conocido.
Por aquella época, los catrieles, en su gran mayoría, eran absolutamente pacíficos, amigables y además laboriosos, bastante más que muchos cristianos; confirma lo expresado, la existencia de tratados y de correspondencia en las cuales los catrieles solicitaban arados, bueyes y semillas, no aguardiente, como con malicia se suele decir.
Esta armoniosa y larga convivencia llegó ser de tal magnitud, que además los catrieles formaban parte activa en la protección y defensa de los poblados y de los campos. Prueba de ello, es la existencia de numerosos partes oficiales donde se detallan las funciones de custodia, persecución y captura en contra de los miembros de otras tribus foráneas y también pandillas huincas, que venían a saquear y hacer desmanes a la región. La seguridad era un tema común y así estaba expresamente establecido en los convenios de paz que han llegado hasta nuestros días. Eso tampoco nadie lo puede negar.
Lo cierto es que los “catrieles” patrullaban la zona junto con los “milicos” y los demás pobladores; incluso, estos llegaron a formar parte mayoritaria del ejército que llevó a cabo el famoso combate de San Carlos, que marcó la derrota de los caciques mapuches Juan Calfucurá, Pinsén, entre otros.
En estas acciones, todos ellos defendieron a los suyos, que no eran otra cosa que sus esposas, sus hijos, sus hermanos, sus padres, sus amigos y todos los pobladores que vivían en el lugar, sean ellos indios o cristianos. Por estos obvios motivos, rara vez los catrieles tomaron prisioneros huincas, porque durante décadas convivieron y se protegieron mutuamente del peligro común que representaban las partidas araucanas (mapuches) provenientes desde el oeste, del lado de la cordillera.
El que afirma que la tribu de los Catriel era igual que las demás tribus aborígenes no conoce la historia de Azul o realmente persigue otros fines.
La actual población de ciudad de Azul está compuesta por los descendientes de toda esa gente, a los que debe sumarse el valioso aporte de los inmigrantes, que llegaron luego. Pero junto con todos ellos, son también nuestros antepasados los cientos de cautivas, niños, niñas y demás prisioneros que Rufino Solano salvó y protegió, durante gran parte de su vida. Para que se entienda bien: proteger en aquella época significaba evitar que fueran matados o que perdieran su libertad.
Poe eso, las personas liberadas por el capitán Solano, no eran recuperadas de los toldos de Catriel, salvo motivo especial, como cuando Juan Catriel se llevó al Juez de Paz de Tapalqué Exequiel Martínez y a toda su comitiva, pero fueron estos últimos los agresores e insolentes. En dicha ocasión, nada ni nadie podía torcer la férrea voluntad del bravo Catriel, que no quería liberarlos, hasta que se hizo presente en sus toldos Rufino Solano, un soldado de apenas 19 años, que se retiró llevándose los prisioneros, sanos y salvos. Desde entonces Rufino no cesó de rescatar personas, tanto huincas como indígenas, según detalla la historia.
Para concretar los rescates, el canje de prisioneros o arribar a acuerdos de paz en los toldos de Calfucurá, Namuncurá y de otros caciques que no eran de la zona del Azul, el capitán Rufino Solano se acercaba a ellos con absoluta serenidad, no demostraba temor ni flaquezas, pero si actuaba con gran respeto y lealtad, cumpliendo siempre con palabra dada. De esa manera logró ganarse la consideración y el aprecio de estos jefes aborígenes, y por esa razón, nunca se retiraba de los toldos sin llevarse su preciosa carga, su principal objetivo, que era liberar las personas cautivas. Ellos eran niños, niñas, hombres y mujeres, en su mayoría de estas últimas, que también eran madres, hijas, hermanas y esposas arrancadas del seno de sus hogares y de sus seres queridos. Como aún suele ocurrir en nuestros días, como también es igual el dolor de las victimas de la cautividad y la desdicha de sus desconsolados familiares.
Para realizar estas tareas de rescate, Rufino Solano se jugaba lo más valioso que poseía: su vida y también él tenía una familia que esperaba preocupada su regreso.
Por este ejemplar comportamiento, finalizado el exterminio, los caciques le solicitaron a Rufino Solano que los acompañara como intérprete y “veedor” de sus peticiones de tierras ante el Gobierno. Aunque solo pudieron obtener inhóspitas y miserables tierras que el Gobierno Nacional les terminó “concediendo”, como una limosna. Estas injusticias sucedieron porque en aquella época, salvo casos aislados como el de Rufino Solano, no fueron muchas las voces que se alzaron en favor de los reclamos del pueblo originario. Por ello venían a buscarlo al mismísimo Azul, sabían con certeza que podían confiar en esta persona, que trataron hasta el final de sus días, allá por el año 1913.
El capitán Rufino Solano representa el más claro testimonio de la existencia de una manera civilizada y humana de lograr una integración con el aborigen. Por ello, aún tratándose de un militar, ha recibido ponderados conceptos de don Osvaldo Bayer. Con seguridad, este prestigioso historiador, de aguda inteligencia y de muy respetables convicciones, supo ver más allá del uniforme que vestía el capitán Rufino Solano.
Respecto a la cautividad de personas, solo basta abrir los ojos ante la vil explotación que provoca la trata de blancas, de menores y el tráfico de órganos, o también conflictos políticos y sociales que se presentan en casi la totalidad de nuestro planeta y, por supuesto, también en nuestro propio país.
Al respecto, son patéticos los recuerdos de nuestro pasado reciente y todavía hoy se continúa rescatando hijos de personas secuestradas y/o desaparecidas. La cautividad vulnera flagrantemente el género y avasalla los derechos de la familia toda. Por lo trascendente del tema, muchos autores de nuestro país y del extranjero han resaltado la ejemplar acción desplegada en el pasado por Rufino Solano.
Lamentablemente, gran parte de la sociedad actual desconsidera o se resiste a tomar conciencia del histórico sufrimiento del que ha sido víctima la mujer en el pasado y esa quizás sea precisamente la causa por la cual continúa sucediendo en el presente. En efecto, se conserva una postura lejana e indiferente hacia el género femenino y se razona con los mismos tapujos y dobleces que existían hace doscientos años atrás, desnudando al mismo tiempo idéntica ceguera intelectual y cultural que imperaba en “otras épocas”, duele y preocupa aún más, cuando esta concepción también la encontramos en muchas de sus congéneres.
Todos los nacidos de una mujer deberían reconsiderar seriamente estos equivocados prejuicios, de lo contrario, que clase de sincera y sana solidaridad se puede esperar de una sociedad que adolece de tan grave falencia moral, ante la ocurrencia de hechos como, por ejemplo, el de niña Sofía Yasmín Herrera, en nuestra provincia de Tierra del Fuego, que aún no aparece y a muy pocos les preocupa. Y de tantos otros casos que lamentablemente existen.
Hace varios años, demasiados, que no tengo la dicha de vivir en mi ciudad natal, pero cuando era niño casi a diario iba a la casa de mi abuela materna, doña Manuela Solano, nieta de Dionisio Solano, allí solía encontrarme con varios de los descendientes de la gente de Catriel que con frecuencia la venían visitar. Porque me olvidaba de contarles algo más: ellos también son bastante más agradecidos que muchos de los huincas. Por ello, de todas estas personas guardo un muy cariñoso recuerdo y el gran orgullo por haberlas conocido.
Autor: Dr. Omar Horacio Alcántara
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ARTÍCULO PUBLICADO EN EL DIARIO EL TIEMPO DEL 18/11/2008.-
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PARA UNA COMPRENSIÓN MAYOR DE LA CAUTIVIDAD, EL AUTOR DE ESTE BLOG TRANSCRIBE UN FRAGMENTO DE LA OBRA DE DON ROBERTO E. LANDABURU TITULADO "CAUTIVAS EN SANTA FE", DURANTE SU CAMPAÑA, EL CAPITÁN RUFINO SOLANO TAMBIÉN RESCATÓ DECENAS DE ELLAS, ORIGINARIAS DE ESTA PROVINCIA.
El Dr. Federico Meyer Arnold, en su obra Del Plata a los Andes, escrita en 1851, refiere la travesía de Buenos Aires a Mendoza en forma minuciosa y amena. Pero cuando dice llegar a la provincia de Santa Fe, en el camino de Postas, agrega: Al llegar a La Candelaria, actual Casilda: "...Llegamos a la posta que se componía de dos miserables chozas circuidas de tunas para defenderse de los salvajes.... Una vieja mujer, único habitante del bello sexo que habían perdonado del cautiverio los indios, y dos hijos suyos nos recibieron. Es incomprensible como un ser humano se determina a pasar sus días entre las garras de la muerte que a cada instante amenaza a estos infelices! Esta pobre mujer que había sido despojada de las dos hijas suyas, inútilmente rogó a los salvajes la llevaran a las tolderías: los bárbaros la despreciaron por su vejez...En cada invasión que hacen por allí, sale ella a preguntarles por el malogrado fruto de sus entrañas y a suplicarles de rodillas la lleven de esclava pero en vano.
"...Al separarnos de este espantoso lugar, abrumado por el pesar que me habían producido la relación y el aspecto acongojado de aquella rugosa cara, no pude menos de pensar: ¡no es sólo la justicia humana la que olvida al desdichado!" (1)
Esta referencia, tomada luego por Héctor M. Lagos, reconstruye uno de los dramas más terribles que pude recoger en la vida de frontera del siglo pasado, y no es otro que la vida de la protagonista de la cita de Meyer Arnold, doña Agustina Galloso de Gallegos. Casada con Santiago Gallegos, provenía éste de una legendaria familia de maestros de Postas, en La Candelaria, los Desmochados, Cruz Alta, etc. En la provincia de Santa Fe y Córdoba, y desde la época del virreinato.
Para los años 1840/1841, un malón que penetró hasta cerca de Rosario, se llevó entre otras, a las hermanas Mercedes y Manuela Gallegos, hijas de doña Agustina, las que tenían en ese entonces 17 y 19 años respectivamente.
Por estas hijas clamaba la doliente madre, cuando en 1851 la entrevista en la posta de La Candelaria el Dr. Meyer Arnold.
Pero los padecimientos de esta pobre madre de la pampa, no terminaban en esa herida desgarrante. En las violentas invasiones ranquelinas, de fines de 1871, se llevan a otras dos hijas: Francisca y Cruz, de 40 y 42 años, y enero de 1872, en otro malón, se llevan a su quinta hija, Silveria Gallegos, de 38 años de edad...
Doña Agustina Galloso, ya fallecido su esposo, no cejaba en sus reclamos por conocer el paradero de sus hijas. Escribe al Dr. Félix Frías, embajador en Chile, y a otras autoridades, ya que para el año 1872 hacia 30 años no tenía noticias de sus hijas Manuela y Mercedes. Pero como es la vida ! poco antes de que le secuestren a las otras tres hijas, recibe noticias de una señora, Mercedes Lescano, domiciliada en Hualquil –Chile –, donde le comunica por carta que Mercedes y Manuela están vivas, residiendo en la zona de Coronel...
El dolor de la vieja Agustina
El diario La Prensa, de fecha 19 de diciembre de 1871 publica esta noticia, y dice que en la redacción se apersonó la atribulada madre pidiendo hagan saber a sus hijas que si quieren volver que se trasladen a Mendoza que ellas las irá a buscar....
Además escribe esperanzada a la Sra. de Lescano en Chile dando el nombre de sus cinco hijas cautivas: Manuela, Mercedes, Francisca, Cruz y Silveria, aclarando que de las tres últimas no tiene ninguna noticia y agradece al que las trasmitiese....
La pobre vieja Agustina, ya para entonces inicia su última Vía Crucis...Olvidará sus achaques de edad avanzada, abreviara sus días, venderá su establecimiento, sus terrenos, sus muebles y últimas alhajas, abandona el panorama nativo, recio, y como dice Lagos, pedirá a la histórica virgen de La Candelaria su protección, cruza por última vez los fosos y tunales de la posta. Se instala en Rosario, y comienza una enfervorizada cruzada en las redacciones y periódicos, buscando más datos, escribiendo a los más altos funcionarios, motorizando la esperanza de vida. Sus hijas, después de 30 años, ¡¡están vivas!! Así gasta hasta sus últimas monedas...
Lagos logra una completa documentación, donde consta la carta del Dr. Tejedor al embajador Félix Frías: "... dos cautivas de nombre Mercedes y Manuela Gallegos que dicen estar en el departamento Lautaro – Chile –, en un distrito que se llama Coronel, solicitan ser ayudadas por el gobierno Argentino para regresar a Argentina..."
Las hermanas Gallegos, tienen hogar constituido
Se constata que ambas cautivas, tenían esposo e hijos....Se procura que se trasladen al puerto de Valparaíso para embarcarse rumbo a Argentina, que una vez arribadas debían presentarse en el Ministerio de Relaciones Exteriores que le proporcionaría los medios para llegar al Rosario con su madre, que las espera angustiadamente...
Pero la vida, esa triste realidad que es la vida, hace que desde Chile se informe que: las hermanas Gallegos tiene hogar constituido, que son madre ellas mismas, sintiéndose ligadas ya al medio donde viven por fuerte razones afectivas, que Manuela teme cruzar el estrecho, y que solamente Mercedes está dispuesta a afrontar el viaje marítimo....
Las dificultades aumentan para desgracia de doña Agustina, ya estamos por el año 1873, sin obtenerse el regreso de las cautivas a Rosario. Surgen dificultades nuevas para el Dr. Frías, aunque comprensibles, las hermanas tenían ya su familia, sus hijos, su hogar.....
Mientras: "...la madre de las señoras Gallegos, doña Agustina, vive de la caridad pública en el Rosario, por consiguiente ninguna ventaja puede ofrecer ya al retorno..."
Los documentos dicen que para febrero de 1874, Mercedes Gallegos con su esposo y un hijo se embarcaron desde el puerto de Coronel, en Chile, rumbo a Bs. As. Esta va a ser la única de sus cinco hijas, que la pobre Doña Agustina podrá ver antes de fallecer en Rosario.
La quinta hija cautivada
La última de las hijas cautivadas, Silveria Gallegos, en julio de 1887 se presenta en un puesto de la estancia de don Juan Caronti, en Bahía Blanca, donde relata que se llama Silveria Gallegos, que fue cautiva cerca del Rosario, "... en un paraje denominado Candelaria, viene actualmente de Chile, su padre es Santiago Gallegos. Había sido llevada en los primeros días de enero de 1872,... sus tíos están en el Desmochado, sabe que dos hermanas Manuela y Mercedes están cautivas pero ignora su destino...!"
De las otras dos hermanas Francisca y Cruz, nunca se supo nada. Lagos, dice que no se obtuvieron datos ni fueron encontradas, presumiendo el referido autor que quedaron en la ciudad de Mendoza, sin comunicarse jamás con su familia....! (2)
Aún hoy, en los pagos de la Candelaria, la figura de una vieja mujer, de rugoso y acongojado rostro, con los brazos al cielo y mirando al poniente, grita su desolación, para que el Pampero le traiga las noticias que no llegarán..!
1) MEYER ARNOLD. Del Plata a los Andes - Ediciones Huarpes. 1944.
2) LAGOS, Héctor M.- Cinco Cautivas Argentinas en Araucania. Editorial. Candelaria, Bs. As. 1969
"...Al separarnos de este espantoso lugar, abrumado por el pesar que me habían producido la relación y el aspecto acongojado de aquella rugosa cara, no pude menos de pensar: ¡no es sólo la justicia humana la que olvida al desdichado!" (1)
Esta referencia, tomada luego por Héctor M. Lagos, reconstruye uno de los dramas más terribles que pude recoger en la vida de frontera del siglo pasado, y no es otro que la vida de la protagonista de la cita de Meyer Arnold, doña Agustina Galloso de Gallegos. Casada con Santiago Gallegos, provenía éste de una legendaria familia de maestros de Postas, en La Candelaria, los Desmochados, Cruz Alta, etc. En la provincia de Santa Fe y Córdoba, y desde la época del virreinato.
Para los años 1840/1841, un malón que penetró hasta cerca de Rosario, se llevó entre otras, a las hermanas Mercedes y Manuela Gallegos, hijas de doña Agustina, las que tenían en ese entonces 17 y 19 años respectivamente.
Por estas hijas clamaba la doliente madre, cuando en 1851 la entrevista en la posta de La Candelaria el Dr. Meyer Arnold.
Pero los padecimientos de esta pobre madre de la pampa, no terminaban en esa herida desgarrante. En las violentas invasiones ranquelinas, de fines de 1871, se llevan a otras dos hijas: Francisca y Cruz, de 40 y 42 años, y enero de 1872, en otro malón, se llevan a su quinta hija, Silveria Gallegos, de 38 años de edad...
Doña Agustina Galloso, ya fallecido su esposo, no cejaba en sus reclamos por conocer el paradero de sus hijas. Escribe al Dr. Félix Frías, embajador en Chile, y a otras autoridades, ya que para el año 1872 hacia 30 años no tenía noticias de sus hijas Manuela y Mercedes. Pero como es la vida ! poco antes de que le secuestren a las otras tres hijas, recibe noticias de una señora, Mercedes Lescano, domiciliada en Hualquil –Chile –, donde le comunica por carta que Mercedes y Manuela están vivas, residiendo en la zona de Coronel...
El dolor de la vieja Agustina
El diario La Prensa, de fecha 19 de diciembre de 1871 publica esta noticia, y dice que en la redacción se apersonó la atribulada madre pidiendo hagan saber a sus hijas que si quieren volver que se trasladen a Mendoza que ellas las irá a buscar....
Además escribe esperanzada a la Sra. de Lescano en Chile dando el nombre de sus cinco hijas cautivas: Manuela, Mercedes, Francisca, Cruz y Silveria, aclarando que de las tres últimas no tiene ninguna noticia y agradece al que las trasmitiese....
La pobre vieja Agustina, ya para entonces inicia su última Vía Crucis...Olvidará sus achaques de edad avanzada, abreviara sus días, venderá su establecimiento, sus terrenos, sus muebles y últimas alhajas, abandona el panorama nativo, recio, y como dice Lagos, pedirá a la histórica virgen de La Candelaria su protección, cruza por última vez los fosos y tunales de la posta. Se instala en Rosario, y comienza una enfervorizada cruzada en las redacciones y periódicos, buscando más datos, escribiendo a los más altos funcionarios, motorizando la esperanza de vida. Sus hijas, después de 30 años, ¡¡están vivas!! Así gasta hasta sus últimas monedas...
Lagos logra una completa documentación, donde consta la carta del Dr. Tejedor al embajador Félix Frías: "... dos cautivas de nombre Mercedes y Manuela Gallegos que dicen estar en el departamento Lautaro – Chile –, en un distrito que se llama Coronel, solicitan ser ayudadas por el gobierno Argentino para regresar a Argentina..."
Las hermanas Gallegos, tienen hogar constituido
Se constata que ambas cautivas, tenían esposo e hijos....Se procura que se trasladen al puerto de Valparaíso para embarcarse rumbo a Argentina, que una vez arribadas debían presentarse en el Ministerio de Relaciones Exteriores que le proporcionaría los medios para llegar al Rosario con su madre, que las espera angustiadamente...
Pero la vida, esa triste realidad que es la vida, hace que desde Chile se informe que: las hermanas Gallegos tiene hogar constituido, que son madre ellas mismas, sintiéndose ligadas ya al medio donde viven por fuerte razones afectivas, que Manuela teme cruzar el estrecho, y que solamente Mercedes está dispuesta a afrontar el viaje marítimo....
Las dificultades aumentan para desgracia de doña Agustina, ya estamos por el año 1873, sin obtenerse el regreso de las cautivas a Rosario. Surgen dificultades nuevas para el Dr. Frías, aunque comprensibles, las hermanas tenían ya su familia, sus hijos, su hogar.....
Mientras: "...la madre de las señoras Gallegos, doña Agustina, vive de la caridad pública en el Rosario, por consiguiente ninguna ventaja puede ofrecer ya al retorno..."
Los documentos dicen que para febrero de 1874, Mercedes Gallegos con su esposo y un hijo se embarcaron desde el puerto de Coronel, en Chile, rumbo a Bs. As. Esta va a ser la única de sus cinco hijas, que la pobre Doña Agustina podrá ver antes de fallecer en Rosario.
La quinta hija cautivada
La última de las hijas cautivadas, Silveria Gallegos, en julio de 1887 se presenta en un puesto de la estancia de don Juan Caronti, en Bahía Blanca, donde relata que se llama Silveria Gallegos, que fue cautiva cerca del Rosario, "... en un paraje denominado Candelaria, viene actualmente de Chile, su padre es Santiago Gallegos. Había sido llevada en los primeros días de enero de 1872,... sus tíos están en el Desmochado, sabe que dos hermanas Manuela y Mercedes están cautivas pero ignora su destino...!"
De las otras dos hermanas Francisca y Cruz, nunca se supo nada. Lagos, dice que no se obtuvieron datos ni fueron encontradas, presumiendo el referido autor que quedaron en la ciudad de Mendoza, sin comunicarse jamás con su familia....! (2)
Aún hoy, en los pagos de la Candelaria, la figura de una vieja mujer, de rugoso y acongojado rostro, con los brazos al cielo y mirando al poniente, grita su desolación, para que el Pampero le traiga las noticias que no llegarán..!
1) MEYER ARNOLD. Del Plata a los Andes - Ediciones Huarpes. 1944.
2) LAGOS, Héctor M.- Cinco Cautivas Argentinas en Araucania. Editorial. Candelaria, Bs. As. 1969
2 comentarios:
Horacio, agradezco que me permitieras conocer ésta parte de la historia y presentarme al Capitán Rufino Solano.
Siento que nuestra historia tiene como un manto de olvido para ciertas cuestiones,principalmente en lo relacionado al indígena.
Hay una parte de la historia que no nos fue enseñada adecuadamente, lo noto al leer biografías de algunos hombres, o que se deslizan en algunos escritos, al pasar.
No soy historiadora, ni tampoco docente,solo me gusta leer sobre mi país, que es el tuyo también, y tratar de entender algunos cosas que se pierden en la nebulosa del tiempo. Sólo soy curiosa.
Hace poco publiqué en el mismo blog al que entraste, algo sobre Francisco Hermógenes Ramos Mexía y los indios de Miraflores. Encontré la historia buscando el orígen de una casona que está en una loma en el Mercado Central de Buenos Aires.
La relación y los conceptos que manifestaba y lo relacionaban a Ramos Mejía con los aborígenes, lo lleva a formular El Pacto de Miraflores, las "Pautas de convivencia pacífica entre blancos e indios", que Ramos Mejía presentó al gobernador Martín Rodríguez y fueron reconocidas en el Tratado de Miraflores, acordado con 16 caciques, firmado el 12 de Abril de 1820.
Que luego rompió el propio gobierno.
Allí se deja ver, que no les interesaba la convivencia con el aborígen. Su obra no servía a los gobernantes de Buenos Aires, deseosos de obtener territorios a como diera lugar.
Mucho menos les agradó que éste les comprara las tierras que poseía a los aborígenes,en un acto de reconocimiento de la propiedad original a sus antiguos pobladores.
Ramos mejía llevaba un modo propio de evangelización, que molestó a la iglesia, además, pero vivían en convivencia y en paz.
Leyendo algo sobre lo expuesto sobre el Capitán Rufino Solano, y su amable convivencia y relación,se afirma ese concepto que me había formado de como fueron ciertas situaciones.
Volveré para terminar de leer tus entradas. Personalmente y solo por querer saber, me interesan.
Muchas gracias.
Horacio, agradezco que me permitieras conocer ésta parte de la historia y presentarme al Capitán Rufino Solano.
Siento que nuestra historia tiene como un manto de olvido para ciertas cuestiones,principalmente en lo relacionado al indígena.
Hay una parte de la historia que no nos fue enseñada adecuadamente, lo noto al leer biografías de algunos hombres, o que se deslizan en algunos escritos, al pasar.
No soy historiadora, ni tampoco docente,solo me gusta leer sobre mi país, que es el tuyo también, y tratar de entender algunos cosas que se pierden en la nebulosa del tiempo. Sólo soy curiosa.
Hace poco publiqué en el mismo blog al que entraste, algo sobre Francisco Hermógenes Ramos Mexía y los indios de Miraflores. Encontré la historia buscando el orígen de una casona que está en una loma en el Mercado Central de Buenos Aires.
La relación y los conceptos que manifestaba y lo relacionaban a Ramos Mejía con los aborígenes, lo lleva a formular El Pacto de Miraflores, las "Pautas de convivencia pacífica entre blancos e indios", que Ramos Mejía presentó al gobernador Martín Rodríguez y fueron reconocidas en el Tratado de Miraflores, acordado con 16 caciques, firmado el 12 de Abril de 1820.
Que luego rompió el propio gobierno.
Allí se deja ver, que no les interesaba la convivencia con el aborígen. Su obra no servía a los gobernantes de Buenos Aires, deseosos de obtener territorios a como diera lugar.
Mucho menos les agradó que éste les comprara las tierras que poseía a los aborígenes,en un acto de reconocimiento de la propiedad original a sus antiguos pobladores.
Ramos mejía llevaba un modo propio de evangelización, que molestó a la iglesia, además, pero vivían en convivencia y en paz.
Leyendo algo sobre lo expuesto sobre el Capitán Rufino Solano, y su amable convivencia y relación,se afirma ese concepto que me había formado de como fueron ciertas situaciones.
Volveré para terminar de leer tus entradas. Personalmente y solo por querer saber, me interesan.
Muchas gracias.
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