sábado, 25 de octubre de 2008

CÉLEBRE EPISODIO DE LA MUERTE DEL CACIQUE JUAN CALFUCURÁ, CONTADA POR EL CAPITÁN RUFINO SOLANO. REDENCIÓN DE CAUTIVAS.

Textos extraídos de la obra “Calfucurá, la conquista de las pampas” del autor ÁLVARO YUNQUE, Ediciones Antonio Zamora, Buenos Aires, marzo de 1956.-

Hay lenguaraz como Rufino Solano del Azul, que ha muerto con el nombramiento de capitán, logrado como intérprete. En sus últimos días, fue caudillo de la indiada los días de elección. Durante sus años mozos, campaña de Alsina, el diplomático de la pampa, el lenguaraz imprescindible: “Usted en su oficio, le ha dicho Alsina, es tan útil al país como el mejor guerrero”… (pág. 142)
Otro que lo conoció fue el lenguaraz Rufino Solano. Ya viejo éste, en el Azul recuerda: En una ocasión me internaba en la blanca Grande, hacia donde estaba la tribu de Calfucurá; los indios, en el camino, me desconocieron, y me iban a lancear. El cacique Cañumil llevóme a su toldo y, derecho viejo nomás, me dijo: “Hermano, vas a morir, prepárate”. Yo que conocía el lado flaco de los indios, hice como que no me asustaba, y le hablé alegremente: “Si hermano, hacéme matar, pero primero voy a convidarte con caña. Ustedes son buena gente. El Gobierno los quiere mucho y les va a mandar una tropa de vacas y ponchos patrios y todo lo que pidan”…Lo ojos del yerno de Calfucurá relampagueaban de codicia. No ponía en duda mi afirmación, pues sabía los grandes y continuos regalos que hacía Mitre a los Catriel, que no se cansaban de pedir. “Creo, hermano, creo”, dijo, vamos a tomar tu caña y a comer lindo costillar de vaquillona. Después iremos al Tata Viejo (Calfucurá) que se está muriendo. Al hermano Gobierno le dirás que no haremos malones en Calfú (el Azul), dando ponchos, dando hacienda, dando caña”… “Si, hermano Cañumil”, contesté con la alegría de haber librado el cuero de la lanceada… Esa noche la borrachera dejó tendidos a los indios.
A la mañanita rumbeamos al sur. Al llegar a la toldería de Calfucurá, el cacique se hallaba moribundo, pero habló conmigo. Su voz era serena y firme: “Hermano capitán, huya con los cautivos antes de que yo muera – dijo -, para que no los maten”… Dio enseguida órdenes en ese sentido. Cuando salimos de la toldería al galope, oímos detrás de nosotros una gritería espantosa. Ya sabía yo lo que era. ¡El cacique había expirado! Y la indiada nos acosaba en una persecución que duró toda la noche. (pág. .224)

EL DIPLOMÁTICO CRIOLLO, DON RUFINO SOLANO, POR EL HISTORIADOR ACADEMICO Y DE LA IGLESIA, PADRE RAÚL ENTRAIGAS

EL DIPLOMATICO CRIOLLO

Extraído de la HISTORIA ARGENTINA CONTEMPORÁNEA 1862 – 1930, Volumen IV, del historiador académico P. Raúl A. Entraigas, Publicado por la Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires, 1967, Editorial Ateneo.

El 6 de diciembre de 1913 moría pobre y oscuramente un viejo soldado en Azul, era el capitán Rufino Solano. La Pampa le debe mucho a ese hombre. Fue un modesto servidor de la patria quien, en reiteradas ocasiones, con riesgo de su vida, llegó hasta Salinas Grandes, en las tolderías de Calfucurá para rescatar cautivos y entablar relaciones con los indígenas.
En 1864 era subteniente y sirvió en los guardias nacionales de Olavarría. Al año siguiente, el coronel Machado le confió la misión de presentarse a Calfucurá. Regresó con buena cantidad de cautivos rescatados. Desde entonces, Solano se convirtió en emisario obligado ante los jerarcas de las pampas. Tenía un don especial para tratarlos, basado en la bondad y la comprensión. En 1868 fue ascendido a teniente y pasó a depender del coronel Francisco Elías, con el que echó los cimientos del fuerte de Blanca Grande.
Por su creciente prestigio en el manejo de las relaciones con los aborígenes, el gobierno lo ascendió a capitán. En el año 1869, Solano pasó un mes en Salinas Grandes y volvió al cuartel con 30 cautivos cristianos. Al año siguiente hizo otra visita a los toldos y regresó con 20 blancos rescatados. En 1872 hizo varios viajes a Salinas, y otras tolderías, consiguiendo rescatar en uno de ellos a 40 mujeres que habían sido cautivadas en las inmediaciones de Rosario, y lloraban su destierro en Salinas Grandes.
A las órdenes del general Rivas combatió en la sangrienta batalla de San Carlos; reconocido por los indios, lo invitaban a pasarse a sus filas, tal el afecto que le tenían. Hasta 1880 fue siempre el mensajero de los cristianos ante los indígenas, y el acompañante de cuanto capitanejo venía a Buenos Aires, en comisión ante las autoridades nacionales. La Pampa está en deuda con este humilde soldado que con su buen trato y “savoir faire”, mantuvo la paz en sus confines durante casi veinte años. Si todos los que entendían en el problema del indio hubieran tenido sus cualidades ¡cuánta sangre se hubiera ahorrado y cuántos aborígenes se hubieran sumado a los que prepararon una Argentina grande y feliz! En 1885, le cupo la última satisfacción: la de presentar en Buenos Aires al temible y altivo cacique Valentín Sayhueque.
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RUFINO SOLANO, EVANGELIZACIÓN DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES

CAPITAN RUFINO SOLANO, COLABORADOR, GUÍA E INTÉRPRETE DEL PADRE JORGE MARÍA SALVAIRE, FUNDADOR DE LA BASÍLICA NUESTRA SRA. DEL LUJÁN (PCIA. DE BUENOS AIRES)
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Escrito por Monseñor Juan Guillermo Durán en sus libros: El Padre Jorge María Salvaire y la familia Lazos de Villa Nueva – 1866-1875. Buenos Aires, Ediciones Paulinas, 1998. En los Toldos de Catriel y Railef. Editorial Pontificia de la Universidad Católica Argentina, 2002. Además de Monseñor Dr. Juan Guillermo Durán, de la Diócesis Mercedes – Lujás, sobre este benemérito personaje azuleño, han escrito los siguientes sacerdotes: Padre Miguel Entraigas, Padre Meinrado Hux, Padre Jorge María Salvaire, Arzobispo León Federico Aneiros, Cardenal Santiago Copello, entre otros (ver bibliografía en el artículo principal).-
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CAPITÁN RUFINO SOLANO:
Militar. Reunía en una sola foja de servicios méritos indiscutibles en lo referente a la vida de frontera, difíciles de encontrar en una sola persona. Al momento en que lo conoció Salvaire, se distinguía como militar recto y honrado; valeroso soldado en numerosos combates; experto baqueano; consumado lenguaraz; hábil diplomático; entendido negociador en el rescate de cautivos y diligente escolta de comisiones indígenas con destino a Azul, Bahía Blanca y Buenos Aires. Era hijo del teniente Dionisio Solano, guerrero de las invasiones inglesas y de la guerra de la independencia en el célebre “Regimiento de Patricios”; fundador de Azul con el comandante Pedro Burgos.
Nació en esta población en 1837, ingresó a la vida militar en 1855, como soldado, en el Fortín Estomba, siendo licenciado en 1858. Se reincorporó con el grado de subteniente de guardias nacionales, participando a las órdenes del coronel Lora en la fundación de Olavarría. Desde ese momento quedó afectado por largos años a la defensa de la Frontera Sud y Costa Sud. En 1865, el coronel Benito Machado, comandante de esa región lo incorporó como lenguaraz al Estado mayor. En 1868 fue ascendido a teniente 2ª y, al mando del coronel Francisco Elías llegó a la Blanca Grande, abriendo los cimientes de aquel avanzado fortín. En premio a los méritos fue ascendido a teniente 1ª en 1870 y, en 1872 a capitán, después de la batalla de San Carlos (Bolivar) en la que participó como jefe del cuerpo de baqueanos, y fue debido a sus indiscutibles conocimientos de los campos que la División del General Ignacio Rivas logró hacer marchas rapidísimas. Al estallar la revolución mitrista, en septiembre de 1874, Solano se encontraba en Buenos Aires, siendo comisionado por el coronel Álvaro Barros para que se entrevistara con el cacique Juan José Catriel a fin de atraerlo a las filas del Ejército leal al gobierno nacional.
Pero los servicios más destacados de su larga campaña fronteriza se condensan en sus repetidos viajes a las tolderías, donde solía quedarse por algún tiempo cumpliendo las gestiones encomendadas, alcanzando a redimir a más de doscientos prisioneros. El capitán Solano murió en Azul, anciano y pobre, el 6 de diciembre de 1913.-
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Monseñor Doctor Juan Guillermo Durán, autor de la reseña trrancrpta, nació en Trenel (La Pampa - Argentina) el 24 de agosto de 1945. Sacerdote de la Arquidiócesis de Mercedes - Luján (10 de diciembre de 1972). Profesor de filosofía y pedagogía (1968), licenciado en teología (1975) y doctor en teología con especialidad en historia de la Iglesia (1982). Titular de las cátedras de historia de la Iglesia moderna y contemporánea; y de historia de la Iglesia Latinoamericana y Argentina en la facultad de teología de la Universidad Católica Argentina. Director del departamento de historia de la Iglesia en dicha facultad. Profesor ordinario de la Universidad. Director de la revista "Teología" (1980-2003); y miembro del consejo de redacción de "Anuario de historia de la Iglesia" (Navarra - España). Miembro de la Academia Nacional de la Historia y de la Junta de Historia Eclesiástica Argentina. Director de estudios del seminario arquidiocesano "San Juan María Vianney" de la Arquidiócesis Mercedes - Luján (1984-1996); y profesor de historia de la Iglesia, patrología y moral en el mismo. Perito en la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Santa Domingo (1992). Prelado de honor de su Santidad (1994). Perito de la Comisión Episcopal de "Fe y Cultura" (1989-2004). Miembro del "Pontificio Comité de Ciencias Históricas" (2001-2004). Dictó numerosos cursos y jornadas en la Argentina y el extranjero sobre temas de historia de la Iglesia en América Latina y Argentina. Participó en congresos y simposios internacionales. Tiene a su cargo la organización de las jornadas de historia de la Iglesia de la facultad de teología. Entre sus publicaciones se cuentan: El Catecismo del III Concilio Provincial de Lima y sus Complementos Pastorales (1584-1585); Monumenta Catechetica Hispanoamericana (Siglos XVI-XVIII), I-II; Los Instrumentos Americanos de Pastoral (Siglos XVI-XVII); La trasmisión de la fe. Misión apostólica, catequesis y catecismos en el Nuevo Mundo (Siglo XVI); El Catecismo del III Mexicano (1585); Los Catecismos Pampas (1870-1885); El Padre Jorge María Salvaire y la Familia Lazos de Villa Nueva. Un Episodio de cautivos en Leubucó y Salinas Grandes. En Los orígenes de la Basílica de Luján (1866-1875); El Catecismo para Indios del Lazarista Jorge María Salvaire (1875); En los Toldos de Catriel y Railef. La obra misionera del Padre Jorge María Salvaire en Azul y Bragado (1874-1876); Estanislao S. Zeballos: Episodios de los Territorios del Sur (obra inédita), etc. Actualmente prepara la edición de otras tres obras de envergadura histórica: Frontera, Indios, Soldados y Cautivos. Historias guardadas en el Archivo del Cacicazgo de Salinas Grandes (1873-1879); De los toldos a Luján. El Padre Jorge María Salvaire Cura y Capellán de la Virgen (1876-1889); y Monumenta Catechetica Hispanoamericana, III.

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EL CAPITÁN RUFINO SOLANO POR EL HISTORIADOR AZULEÑO DR. ALBERTO SARRAMONE

UN HÉROE AZULEÑO: CAPITAN Y LENGUARAZ RUFINO SOLANO
Extraído de la obra “HISTORIA DEL ANTIGUO PAGO DEL AZUL”, del historiador Dr. Alberto Sarramone, Publicado por Editorial Biblos Azul, 1997, Págs. 150/153.

Pero para ejemplo, siempre hubo gente de valor…Ya hacía 20 años que actuaba por Azul, este singular personaje, con el que me detendré, pues merece ser recordado. Rufino Solano que era hijo de Dionisio Solano, que ya en 1837 era Alcalde en el Arroyo Azul, aguas arriba, y una nota oficial lo definía como: “federal neto; natural de Buenos Aires; estado viudo; 43 años; sabe leer y escribir; ejercicio, estanciero; capital no muy poco y que sirvió en el ejército federal, enfermándose en Navarro y habiendo hecho la Campaña al Desierto; conducta Excelente”.
Rufino Solano comenzó sus servicios a la Patria en el año 1855 en el Fortín Estomba, poblado recién por entonces, y bajo las órdenes del teniente Perafán. A la muerte de este oficial lo sucedió el capitán Ivanov, a órdenes de quien quedó Solano. En 1858, fue licenciado y en 1864, con el grado de subteniente de Guardias Nacionales a las órdenes del comandante Lora, estuvo entre los fundadores de Olavarría.
En 1865 a órdenes de Benito Machado, jefe de la Frontera Sud y Costa Sud, y por indicaciones de este jefe hizo su primer viaje a las tolderías de Calfucurá, para pactar con él, pues se tenía información de un malón inminente.
La gestión de Solano fue eficaz y la invasión no se produjo y el héroe retornó conduciendo algunas cautivas. Posteriormente el nuevo jefe de frontera es el coronel Álvaro Barros y nuestro héroe queda a sus órdenes. En 1866 hace varios viajes a las tolderías de Chiloé, de Calfucurá, regresando con quince cautivos. Ascendido a teniente 2º está entre los que llegan a Blanca Grande, restableciendo aquel avanzado y antiguo fuerte.
Vuelve Solano en 1869 a los toldos del cacique chileno, para hacer arreglos, por orden del coronel Elías, jefe de Azul, regresando con treinta cautivas que retornaron a sus domicilios. Sigue viajando al desierto y en 1870 es ascendido a Teniente 1º y nuevamente lo manda el coronel Elías a lo toldos de Calfucurá. Tuvo un muy difícil encuentro con los indios que relata Del Valle, a quien seguimos en mucho de esto. Regresó sano y salvo a los veinte días al Fuerte Blanca Grande con veinte cautivos.
Es premiado por estos actos y ascendido a Capitán y enviado a Buenos Aires para obtener, como se había comprometido, la libertad de los prisioneros indios que estaban en la laguna Blanca Grande. Obtiene lo que solicita y va nuevamente a las tolderías con los prisioneros y yeguas para los indios. Grandes fiestas y borracheras de sus amigos…y retorno con cuarenta cristianos liberados. Para obtener estos logros, Solano hablaba la lengua de los indios…
Durante la Guerra del Paraguay, con debilidad en la frontera, Solano tiene largas permanencias entre los indios, de donde retorna trayendo cautivos que con paciencia va obteniendo. Acompaña desde Chiloé hasta Azul y de aquí hasta Buenos Aires a Namuncurá y a varios capitanejos, hospedando en un importante hotel, por orden del Vicepresidente, en ejercicio de la Presidencia, Marcos Paz, para volver nuevamente a la frontera con mensajes para Calfucurá, visitando varias tribus.
Logró acuerdos y rescató más cautivos. Siendo jefe de la frontera en 1872, el coronel Rivas, Solano retorna al desierto en varios viajes, llevando regalos y trayendo cautivos, y en uno de los tantos viajes se trae cuarenta mujeres cautivas originarias del Rosario, y va a llevarlos a Buenos Aires, acompañado de varios capitanejos. Gran revuelo…Se entrevista con Monseñor Aneiros, Arzobispo de Argentina. Lo manda el Ministro Gainza a entregar las cautivas en Rosario, donde se aglomeran todos los que no han perdido la esperanza de reencontrarse con sus seres queridos, algunos que Solano trae. Es obsequiado con una hermosa medalla recordatoria.
En el combate de San Carlos, los indios al verlo le gritaban: “pásese, capitán, pásese…”pero el sabía donde estaba su lugar. Después de la batalla, Rivas, lo manda a los toldos, por enésima vez. Como el humor de los toldos no era bueno, por la derrota del guerrero y diplomático del desierto, Solano, con toda la agudeza gaucha, se las ingenia para obtener 37 cautivas, de las cuales, 7 eran de Bahía Blanca “las que Solano quería traer a Azul Solano –relata Del Valle- de donde serían enviadas a su destino por orden del general Rivas y bajo segura custodia. Los indios se opusieron, resolviendo que una comisión de entre ellos las conducirían a Bahía Blanca. En efecto, se pusieron en marcha con numeroso arreo de cargueros. Llevaban ponchos, matras, pluma de avestruz, quillangos, etc. Al llegar a Bahía Blanca una partida de soldados de las fuerzas del coronel Murga les salió al encuentro, y confundiéndolos con indios malones los pasaron a cuchillo. Entre los indios que formaban la comisión venía de jefe un sobrino de Calfucurá; y de segundo, un yerno del citado cacique. Las cautivas fueron llevadas a Bahía Blanca. Pocos días después, salía otra comisión de indios también con cargueros, y con destino a Bahía Blanca. A su paso encontraron los cadáveres de sus compañeros, y aprovechando que no fueron sentidos regresaron a los toldos con la noticia del fúnebre hallazgo. Entre tanto el capitán Solano había permanecido en Chiloé esperando reunir mayor número de cautivos para ponerse en marcha al Azul”.
Es de imaginar lo que pasó Solano en los toldos, donde pensaron en matarlo. “Solano tranquilo –sigue diciendo Del Valle- sin perder su serenidad ni su temple les habló en su lengua, logrando convencer al temible cacique que la culpa la tenían ellos mismos…” Calfucurá contestó: “Tenés razón hijo, por eso no te mato”, y tras arrojar su sable al suelo ordenó retirar a los indios, y así este héroe, sin prensa, retorno al azul.
Sintiéndose morir Calfucurá y sabiendo, que como era tradicional, que los cautivos iban a ser sacrificados para que lo acompañaran como esclavos y sirvientes en el otro mundo, llamó al lenguaraz Rufino Solano y le dijo: “Hermano capitán, huya con los cautivos antes que yo muera para que no los maten”, tomando rápidamente las disposiciones para que la fuga fuera, como resultó serlo, absolutamente exitosa.
Pero este azuleño, que no ha trascendido, sin miedo, retornó a los toldos, con regalos que el cacique retribuyó entregando cautivas que de la firma mano de nuestro héroe, llegaron a Azul, de donde saldría otras veces, en alguna de ellas mandado por el Ministro Alsina. En 1880, el general Roca lo comisiona para recibir y conducir a Buenos Aires, al caique Valentín Sayhueque.
“El capitán Solano murió en el Azul, viejo y pobre. Era hijo del guerrero de las invasiones inglesas y de la guerra de la independencia, Teniente Dionisio Solano, del célebre Regimiento Patricios. Como a tantos otros, la Patria lo tiene olvidado.
Todo el homenaje que ha recibido es una chapita plateada puesta por la Intendencia Municipal de Azul, en un rincón del cementerio. Por si quiere ir a ponerle una flor o dejarle un rezo, está casi en el rincón oeste en la última fila de nichos, antes de pasar a la parte nueva…Vaya…En esta tierra, donde los servicios se cobran por adelantado, cumpla Ud., con religiosidad y patriotismo, con una de las tantas obligaciones que tenemos pendientes, con nuestras gratuitas raíces…
Udaondo, hablando del lenguaraz, lo define diciendo que era la persona conocedora de idiomas indígenas que, en la época de frontera, servía de interprete entre cristianos y los indios. “Hubo algunos muy notables como el capitán Rufino Solano que gozó de la confianza del gobierno y de los indios, interviniendo eficazmente en tratados de paz, canje de prisioneros y de cautivos”. La Ley provincial Nº 2749 del 17-X-1876 le otorgó a Rufino Solano en propiedad un campo sobre el arroyo Tapalqué, de ¾ de legua de frente por dos leguas de fondo. Ceferino Peñalva le terminó comprando los derechos y acciones, de un campo del que nunca “tuvo papeles”.
Adolfo Alsina, le había dicho a Rufino Solano en azul, delante de mucha gente: “Usted en su oficio es tan útil al país como el mejor guerrero…”
¡Ay! Con este Azul y esta Argentina que no reconoce habitualmente a los que sirven, o sólo los llora mocosamente cuando se mueren, para olvidarlos con rapidez, salvo que hayan dejado mucha fortuna…
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EL CAPITÁN RUFINO SOLANO POR ANTONIO DEL VALLE

CAPITAN RUFINO SOLANO

Biografía del personaje azuleño extraída de: “RECORDANDO EL PASADO”, Tomo I, Págs. 335/342, de Antonio G. del Valle, Editorial Placente y Dupuy, Azul, 1926.-

El capitán Don Rufino Solano, es uno de los buenos y leales servidores de la civilización. Desde su juventud, sirve en las fronteras jugando temerariamente su vida; salvando de las garras del salvaje, infinidad de cautivos, para devolverlos a los hogares de donde han sido arrancados por la fuerza y la insolencia brutal del indómito hijo del Desierto. No se detiene ante el peligro de las chuzas ensangrentadas de los bárbaros que irrumpen como avalanchas de fieras, husmeando sangre. Su misión noble y austera, lo lleva más allá.
El capitán Solano, entiende que es deber de patriotismo y de humanidad tender la mano a sus semejantes; y sin darse reposo acomete durante largos años la ruda tarea de pactar con los indios y rescatar los cautivos. Para ello, se interna Tierra Adentro, llega a las mismas tolderías, habla con los caciques en cuya compañía pasa largas temporadas, y regresa a tierra de cristianos trayendo como trofeos de sus incursiones arriesgadas gran número de cautivos de ambos sexos que allá en los aduares salvajes han gemido amargamente en aquellas largas e interminables noches de sus cautiverios.
El capitán Solano ha recorrido las más largas, penosas y arriesgadas travesías en aquellas épocas en que internarse al Desierto equivalía renunciar a la vida. El mérito de éste valiente soldado de la civilización, consiste en este valor frío, tranquilo, sereno; en ese tacto y en esa seguridad que tiene en su propia fuerza de voluntad. El va, se interna a los confines de la pampa donde el bramido del tigre y el alarido del salvaje hacen dúo infernal y viven en consorcio amigable: es que las fieras también se buscan y fraternizan en las soledades y en las tupidas marañas de los campos solitarios del Desierto. Va jugando su vida en la seguridad de que el éxito de sus campañas son triunfos de la civilización.
Los servicios del capitán Solano en esa larga campaña en que su figura se destaca con relieves de méritos indiscutibles, se condensan en sus viajes a las tolderías en busca de cautivos.
Como soldado en las filas de los cuerpos en que ha servido, sus servicios se cuentan por largos años, habiéndose encontrado en innumerables combates librados en la Pampa.
Entendiendo rendir homenaje de gratitud a su memoria, que bien la merece, dedicámosle esta página a fin de que su nombre no duerma perdido en esa larga noche del olvido en que se pierden para siempre los nombres de tantos héroes, unas veces por negligencias, otras por egoísmo, y muchas por ignorarse sus hazañas. Sin esta clase de servidores abnegados, tal vez la civilización aún estaría en embrión de esos solitarios campos del Desierto.
El capitán Solano entró a prestar servicio militar, como soldado, el año 1855 en el Fortín Estomba que se pobló entonces, y a las ordenes del teniente Preafán. Con motivo del fallecimiento de este oficial que pereció en el Arroyo Tapalqué; Solano quedó a las órdenes del alférez Ivano quien al frente de una compañía del batallón 3 de línea se hizo cargo del mencionado fortín.
El año 58; Solano fue licenciado; y el 64 con el grado de subteniente de guardias nacionales formó a las órdenes del comandante Lora, en Olavarría. Fue de los fundadores de este pueblo.
El 65 pasó a órdenes del coronel Don Benito Machado, jefe de la Frontera Sud y Costa Sud. Ese año, por orden del coronel Machado, Solano hizo su primer viaje a las tolderías del temible Calfucurá con orden de pactar con este indio, pues se tenía conocimiento que una fuerte indiada debía invadir la frontera Sud.
Solano llegó a los toldos, habló con Calfucurá: la invasión no se llevó a cabo, y regresó al campamento conduciendo algunas cautivas que le fueron entregadas.
Poco tiempo después, el coronel Don Álvaro Barros es designado jefe de las fronteras en reemplazo del coronel Machado, y Solano sigue prestando servicios a órdenes del nuevo jefe.
El 66, hace varios viajes a las tolderías de Calfucurá en Chiloé, de donde regresa con quince cautivos. El 68, es ascendido a teniente 2º, y a las órdenes del coronel Don Francisco Elías llegan a la Blanca Grande, abriendo los primeros cimientos de aquel avanzado Fuerte.
El 69, el coronel Elías lo envía a los toldos de Calfucurá a objeto de hacer arreglos con este cacique. Allí permanece una temporada, y a su regreso trae treinta cautivas que fueron enviadas a sus respectivos domicilios.
En ese mismo año hizo varios viajes al desierto desempeñando comisiones encomendadas por sus jefes. Entretanto, los indios invadieron por Quequén Chico y Tres Arroyos, llegando en fuertes grupos hasta el Arroyo Chico, partido de Tandil. Los invasores llevaron más de ochenta cautivos entre hombres, mujeres y niños.
En el Sauce Corto, el Teniente Rivero que andaba en observación fue alcanzado por la indiada, y después de un reñido y desigual combate en que la mayor parte de la gente de este oficial fue muerta, y él herido, fue hecho prisionero y llevado a los toldos de Calfucurá.
El 70 fue ascendido a Teniente Iº, y nuevamente fue mandado por el coronel Elías a los toldos de Calfucurá. Al llegar al Sauce Grande, el Teniente Solano y los tres soldados que lo acompañaban divisaron un indio bombero que desde la cumbre de un médano los observaba. Solano y sus hombres se encaminaron al paso del arroyo de donde les salió al encuentro un grupo de más de treinta indios.
Los soldados de Solano rodearon las tropillas para mudar caballos y huir. A no haberlos convencidos que no debían disparar porque corrían peligro de ser lanceados de atrás, Solano hubiera quedado solo en el campo. Acompañado de uno de sus hombres, se adelantó hacia donde los indios venían, quedando los otros con las tropillas.
Al aproximarse, los indios reconocieron a Solano, manifestándole que el objeto que los traía era llevar cautivos, para ver si por ese medio conseguían la libertad del padre del cacique Mariano Cañumil y de otros capitanejos que junto con treinta indios habían sido tomados prisioneros en Puán por el comandante Llanos, y se encontraban presos en la Blanca Grande.
Capitaneaba el grupo de indios, un hijo de Cañumil. Solano logró convencer al indio que debían regresar a los toldos, que él se comprometía a solicitar del Ministro de la Guerra la libertad de los indios prisioneros.
El hijo de Cañumil accedió, y emprendieron juntos la marcha hacia los toldos. De éste punto, acompañados por este cacique y cuatro indios salió para Chiloé residencia de Calfucurá.
A los veinte días regresaba a la Blanca Grande con veinte cautivos que los indios tenían en sus toldos; y acompañado por el capitanejo Juan Miel cuatro indios que le servían de escoltas.
El coronel Elías queriendo premiar éstos actos, solicitó y obtuvo el ascenso a Capitán, enviando a Solano a Buenos Aires a solicitar del Ministro de la Guerra la libertad de los indios prisioneros en la Blanca Grande. A su regreso, el capitán Solano era portador de una orden para el coronel Elías a fin de que pusiera en libertad los prisioneros, y les entregara al propio Solano para que lo condujera personalmente a sus toldos. Al mismo tiempo se le entregó hacienda yeguariza que llevó para racionar a los indios.
La llegada de los prisioneros a las tolderías fue festejada con bailes, borracheras de los pampas, y fiestas tan salvajes como ellos mismos.
Cuando el Capitán Solano regresó a la Blanca Grande traía cuarenta cautivos, incluso el Teniente Rivero prisionero en el Sauce Corto. Solano hablaba y conocía la lengua araucana con la misma propiedad que los indios.
Durante la Guerra del Paraguay, Solano hizo varios viajes a las tolderías de Calfucurá, permaneciendo largas temporadas hasta que lograba la entrega de cautivos que eran conducidos después a sus destinos.
El capitán Solano acompañó desde los toldos de Chiloé hasta el Azul, y de éste punto a Buenos Aires al cacique Manuel Namuncurá, y a los capitanejos que acompañaban a éste: Mariano Paisanán, Loncomil, Curumán Mericurá, Turuvin, Juan Miel, Curupán, Benito Pichicurá y otros que iban a conferenciar con el Ministro de la Guerra.
El presidente de la Republica Dr. D. Márcos Paz, dió órdenes para que la comisión de indios fuera hospedada en el antiguo “Hotel Hispano Argentino”, calle Piedras entre Belgrano y Moreno. Tres meses permaneció en Buenos Aires la referida comisión indígena.
El capitán Solano, había regresado a la frontera nuevamente. Por orden superior emprendió viaje a los toldos de Calfucurá llevando comunicaciones para el citado cacique. En este viaje llegó hasta las guaridas de indios que vivían en Milla-Huinqué, Anomur, Choiqué Mahuida, Cadi-Leufú, Tranir-Lauquén, Huinca-Renanco, Queni-Malaal, etc. Gobernaban estas tolderías los caciques hermanos Lincó y Rolupán. Con ellos hizo tratados y rescató muchos cautivos.
Siendo Jefe de la frontera el General Don Ignacio Rivas, el año 72, Solano hizo varios viajes al Desierto. Unos conduciendo raciones para las tribus, otros con objeto de parlamentar con los caciques, y traer cautivos que generalmente le eran entregados.
En unos de sus tantos el capitán Solano consiguió rescatar un considerable número de cautivos en el que venían cuarenta mujeres pertenecientes al Rosario de Santafé, y que habían sido tomadas por los indios de Calfucurá en la invasión que llevaron hasta el Sauce del Rosario, distante cinco leguas de la ciudad de ese nombre.
Al regresar de Chiloé con los cautivos acompañaban al Capitán Solano diez capitanejos que Calfucurá enviaba a Buenos Aires en comisión ante las autoridades nacionales.
La llegada de Solano con las cautivas rescatadas y los capitanejos que los acompañaban, causó como es consiguiente curiosidad en la gente de la ciudad que se aglomeraba en considerable número frente al local donde se hospedaban.
Fueron visitados por el Arzobispo Dr. Federico Aneiros quien los colmó de atenciones.
El entonces Ministro de la Guerra coronel Gainza ordenó a Solano que se embarcara en vapor Pavón y condujera personalmente las cautivas hasta la ciudad del Rosario, entregándolas a las autoridades para que las hicieran conducir a sus respectivos destinos.
En Rosario fueron recibidos por una Comisión de damas, por el Presidente del Club Social Don Federico de la Barra y por numeroso público que ansiosos esperaban la llegada de los libertados. Al desembarcar, se produjeron actos y escenas emocionantes y conmovedoras.
El capitán Solano fue obsequiado con una medalla con que la sociedad del Rosario premió sus actos de humanidad y de valentía reintegrando a la vida civilizada seres arrancados por la mano salvaje al cariño de los hogares.
Cumplida su misión, el capitán Solano regresó a Buenos Aires, y de allí a la frontera con la comisión de indios que había permanecido por un mes en la ciudad. Llegado al campamento, el general Rivas lo envió a las tolderías para que distribuyera entre los indios tres mil yeguas de racionamiento de acuerdo con los pactos celebrados.
En la batalla de San Carlos, el capitán Solano desempeñaba el cargo de jefe de baqueanos, y fue debido a sus indiscutibles conocimientos de los campos, que la división del general Rivas logró hacer sus marchas rapidísimas, y aparecer al venir el día delante de Cabeza del Buey, llegas a San Carlos donde se encontraba el coronel Boer, y librara contra las hordas de Calfucurá esa sangrienta como colosal batalla. Los indios, durante la batalla habían reconocido al capitán Solano y le gritaban “pásese capitán, pásese”.
Pocos días después, el capitán Solano fue comisionado por el general Rivas para internarse hasta los mismos toldos de Calfucurá a objeto de hacer arreglos y tratados de paz, y rescatar los cautivos que allí tenían de rehenes.
No obstante lo peligroso de la misión como consecuencia de la batalla que acababa de librarse y que los indios sufrieron enormes pérdidas, Solano se internó al Desierto, llegó a Chiloé y entregó las notas de que era portador al mismo Calfucurá. Este reunió sus caciques dándoles lectura del contenido, al mismo tiempo de que Solano les explicaba el objeto de su misión.
Después de parlamentar, Calfucurá decidió entregarle treinta y siete mujeres cautivas, de las cuales, siete pertenecían a Bahía Blanca, las que Solano quería traer hasta el Azul, de donde serían enviadas por órdenes de general Rivas y bajo segura custodia. Los indios se opusieron, resolviendo que una misión de entre ellos las conducirían a Bahía Blanca. En efecto, se pusieron en marcha con numeroso arreo de cargueros. Llevaban ponchos matras, pluma de avestruz, quillangos, etc.
Al llegar a Bahía Blanca una partida de soldados de las fuerzas del coronel Murga les salió al encuentro, y confundiéndolos con indios malones los pasaron a cuchillo. Entre los indios que formaban la comisión venía de jefe un sobrino de Calfucurá; y de segundo, un yerno del citado cacique. Las cautivas fueron llevadas a Bahía Blanca.
Pocos días después, salía otra comisión de indios también con cargueros, y con destino a Bahía Blanca. A su paso encontraron los cadáveres de sus compañeros, y aprovechando que no fueron sentidos regresaron a los toldos con la noticia del fúnebre hallazgo. Entre tanto el capitán Solano había permanecido en Chiloé esperando reunir mayor número de cautivos para ponerse en marcha al Azul.
El regreso de los indios alarmó considerablemente a la tribu que se puso en movimiento dando enormes alaridos y amenazando con lancear a Solano, a sus hombres y a las cautivas.
Los indios rodearon el toldo donde se alojaba el capitán, esperando la señal del cacique para exterminarlo.
Solano y los soldados que lo acompañaban se prepararon para defenderse. Las pobres cautivas lloraban asustadas, enloquecidas de terror! Debió ser aquel un cuadro conmovedor!
Calfucurá enfurecido, empuñando filosa espada se dirigió a Solano amenazándolo con matarlo. Creía que debido a insinuaciones suyas los indios habían sido muertos en Bahía Blanca. Solano tranquilo, sin perder su serenidad ni su temple le habló en la lengua, logrando convencer al terrible cacique que la culpa la tenían ellos mismos: que su propio hijo había escrito las notas, y que recordára que él mismo les había propuesto llevarlas al Azul, y de aquí remitir las cautivas a Bahía Blanca. “Tenés razón, hijo”, le contestó Calfucurá, “por eso no te mato”; y arrojando la espada al suelo, ordenó a los indios que se retiraran.
Al día siguiente, a instancias de Solano, este fue despachado con notas para el general Rivas y el coronel Elías, llevando las cautivas y acompañado por el capitanejo Corobui y seis indios.
Un mes después de permanecer en Azul, el general Rivas envió de nuevamente a Solano a los toldos de Chiloé con regalos para Calfucurá. Llevaba cinco cargueros con ponchos, chiripás, sombreros, chucherías y ropa de toda clase. Calfucurá, agradecido a esta distinción; cuando regresó el capitán Solano, le entregó varios cautivos que fueron traídos al Azul.
Al estallar la revolución del 74, el capitán Solano se encontraba en Buenos Aires. El coronel Barros lo envió para que se entrevistara con Juan José Catriel a fines de atraerlo a las filas del Ejército leal al gobierno. Su misión no debió serle de buenos resultados en el primer momento, pués éste cacique se sublevó a favor de la Revolución; aunque más tarde se presentó con sus indios a la División del coronel Lagos, traicionando a su hermano Cipriano Catriel y a los jefes con que se había comprometido.
Más tarde Solano fue mandado en comisión por el Doctor Alsina Ministro de Guerra, a los toldos de Namuncurá. En marcha por el Desierto, Solano avistó una fuerte invasión A fin de no caer en manos de los indios, se desvió cuanto le fué posible, llegando a los toldos del referido cacique donde solo encontró la chusma y algunos indios viejos de la tribu, pues toda la indiada con Namuncurá al frente se había lanzado al malón.
Al emprender su regreso, venía el capitán Solano acompañado por el cacique Millalua y seis indios con lo que llegó a Carhué presentándose al coronel D. Nicolás Levalle. Este jefe colmó de regalos a los indios que permanecieron varios en el campamento, de donde regresaron a sus toldos. Solano siguió viaje a Buenos Aires a dar cuenta de su misión.
En el año 80, el general Roca comisionó al capitán Solano para recibir y conducir hasta la capital al cacique Valentín Sayhueque y su comitiva; igualmente que otra comisión de indios encabezada por el cacique Lorenzo Paine-Milla que venían a pedir tierras al gobierno. Todos estos indios fueron alojados en el viejo Cuartel del Retiro.
Para los años 98 o 99 llegó al Azul la india Viviana García, titulada “Reina de lo Indios”. Acompañábanla dos hijos, y los capitanejos Juan Centenera, Mariano Guerra, Simón Rosas, Francisco Díaz, Fermín Garro, Máximo Jerez y otros más. Solano los acompañó hasta Buenos Aires donde se presentaron ante las autoridades nacionales.
La India Viviana, venía también a solicitar tierras del Gobierno para poblarlas con sus indios.
El capitán Solano murió en el Azul, viejo y pobre. Era hijo del guerrero de las invasiones inglesas y de la guerra de la Independencia, Teniente Dionisio Solano, del célebre “Regimiento Patricios”.
Como a tantos otros, la patria lo tiene olvidado.
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martes, 21 de octubre de 2008

FOTOGRAFÍA DEL CAPITÁN SOLANO EN SU JUVENTUD.

FOTOGRAFÍA APARECIDA POR PRIMERA VEZ EN "RECORDANDO EL PASADO", MAGISTRAL OBRA DE ANTONIO G. DEL VALLE, ESCRITA EN 1926. EDITADA EN LA IMPRENTA DE PLACENTE Y DUPUY, DE LA CIUDAD DE AZUL.

FOTOGRAFÍA DEL SIGLO XIX, UNA DE LAS PRIMERAS DEL PAÍS, RUFINO SOLANO Y UNA EMBAJADA INDÍGENA ESPERANDO SER ATENDIDOS POR EL PRESIDENTE DE LA NACION

EL CAPITÁN RUFINO SOLANO, ANCIANO, UN AÑO ANTES DE MORIR , EN EL AÑO 1912.

ESTA FOTOGRAFÍA FUE TOMADA EN UNA ENTREVISTA PERIODISTICA LLEVADA A CABO EN AZUL POR UN MEDIO DE BUENOS AIRES. SE HALLA EN LA FOTOTECA DEL ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN, JUNTO A OTRAS, EN LA CARPETA QUE LLEVA SU NOMBRE.

TUMBA DONDE YACEN LOS RESTOS MORTALES DEL CAPITÁN RUFINO SOLANO.

DERRUÍDO NICHO, CON DOS LATITAS DE ACEITE COMO ORNAMENTO, EN EL CEMENTERIO MUNICIPAL DE LA CIUDAD DE AZUL DONDE SE HALLAN LOS RESTOS MORTALES DEL CAPITÁN RUFINO SOLANO. REALMENTE ASOMBRA LA CRUELDAD Y EL DESAGRADECIMIENTO ALLÍ DEMOSTRADOS. INVITAMOS A LOS LECTORES DEL BLOG A VISITAR EL LUGAR Y, DE SER POSIBLE, LLEVARLE UNA FLOR A ESTE PERSONAJE AZULEÑO INJUSTAMENTE OLVIDADO. ES MUY PROBABLE QUE UD. DESCIENDA DE ALGUIÉN QUE ESTE HÉROE LIBERÓ O PROTEGIÓ EN EL PASADO.

(hacer "clic" sobre las fotografías para poder visualizarlas con mayor detalle. Gracias)


DESOLADORA IMAGEN DEL LUGAR DEL CEMENTERIO DE AZUL DONDE SE HALLAN ABANDONADOS LOS RESTOS DEL CAPITÁN RUFINO SOLANO, EL HÉROE LOCAL.-

SECTOR DEL CEMENTERIO MUNICIPAL DE LA CIUDAD DE AZUL DONDE SE HALLAN LOS RESTOS MORTALES DEL CAPITÁN RUFINO SOLANO. COMO SE PUEDE APRECIAR EL LUGAR, EL RINCÓN MÁS OCULTO DEL CEMENTERIO Y SU TUMBA. LA MISMA SE HALLA ABSOLUTAMENTE DERRUÍDA Y ABANDONADA. REALMENTE ASOMBRA LA CRUELDAD Y EL DESAGRADECIMIENTO ALLÍ DEMOSTRADOS. INVITAMOS A LOS LECTORES DEL BLOG A VISITAR EL LUGAR Y, DE SER POSIBLE, LLEVARLE UNA FLOR A ESTE PERSONAJE AZULEÑO INJUSTAMENTE OLVIDADO. LA IMAGEN VALE POR MIL PALABRAS.

(hacer "clic" sobre las fotografías para poder visualizarlas con mayor detalle. Gracias)


FOTO DE LA TUMBA DEL CAPITÁN RUFINO SOLANO, EN EL CEMENTERIO MUNICIPAL DE LA CIUDAD DE AZUL

SECTOR DEL CEMENTERIO MUNICIPAL DE LA CIUDAD DE AZUL DONDE SE HALLAN LOS RESTOS MORTALES DEL CAPITÁN RUFINO SOLANO. COMO SE PUEDE APRECIAR EL LUGAR, EL RINCÓN MÁS OCULTO DEL CEMENTERIO Y SU TUMBA SE HALLAN ABSOLUTAMENTE DERRUÍDOS Y ABANDONADOS. REALMENTE ASOMBRA LA CRUELDAD Y EL DESAGRADECIMIENTO ALLÍ DEMOSTRADOS. EN ESTA CIUDAD ACTUALMENTE HABITAN MUCHÍSIMOS DE LOS DESCENDIENTES QUE ESTE EJEMPLAR SER HUMANO RESCATO Y PROTEGIÓ. NVITAMOS A LOS LECTORES DEL BLOG A VISITAR EL LUGAR Y, DE SER POSIBLE, LLEVARLE UNA FLOR A ESTE PERSONAJE AZULEÑO INJUSTAMENTE OLVIDADO. REALMENTE, SIN PALABRAS.

(hacer "clic" sobre las fotografías para poder visualizarlas con mayor detalle. Gracias)