sábado, 25 de octubre de 2008

EL CAPITÁN RUFINO SOLANO POR EL HISTORIADOR AZULEÑO DR. ALBERTO SARRAMONE

UN HÉROE AZULEÑO: CAPITAN Y LENGUARAZ RUFINO SOLANO
Extraído de la obra “HISTORIA DEL ANTIGUO PAGO DEL AZUL”, del historiador Dr. Alberto Sarramone, Publicado por Editorial Biblos Azul, 1997, Págs. 150/153.

Pero para ejemplo, siempre hubo gente de valor…Ya hacía 20 años que actuaba por Azul, este singular personaje, con el que me detendré, pues merece ser recordado. Rufino Solano que era hijo de Dionisio Solano, que ya en 1837 era Alcalde en el Arroyo Azul, aguas arriba, y una nota oficial lo definía como: “federal neto; natural de Buenos Aires; estado viudo; 43 años; sabe leer y escribir; ejercicio, estanciero; capital no muy poco y que sirvió en el ejército federal, enfermándose en Navarro y habiendo hecho la Campaña al Desierto; conducta Excelente”.
Rufino Solano comenzó sus servicios a la Patria en el año 1855 en el Fortín Estomba, poblado recién por entonces, y bajo las órdenes del teniente Perafán. A la muerte de este oficial lo sucedió el capitán Ivanov, a órdenes de quien quedó Solano. En 1858, fue licenciado y en 1864, con el grado de subteniente de Guardias Nacionales a las órdenes del comandante Lora, estuvo entre los fundadores de Olavarría.
En 1865 a órdenes de Benito Machado, jefe de la Frontera Sud y Costa Sud, y por indicaciones de este jefe hizo su primer viaje a las tolderías de Calfucurá, para pactar con él, pues se tenía información de un malón inminente.
La gestión de Solano fue eficaz y la invasión no se produjo y el héroe retornó conduciendo algunas cautivas. Posteriormente el nuevo jefe de frontera es el coronel Álvaro Barros y nuestro héroe queda a sus órdenes. En 1866 hace varios viajes a las tolderías de Chiloé, de Calfucurá, regresando con quince cautivos. Ascendido a teniente 2º está entre los que llegan a Blanca Grande, restableciendo aquel avanzado y antiguo fuerte.
Vuelve Solano en 1869 a los toldos del cacique chileno, para hacer arreglos, por orden del coronel Elías, jefe de Azul, regresando con treinta cautivas que retornaron a sus domicilios. Sigue viajando al desierto y en 1870 es ascendido a Teniente 1º y nuevamente lo manda el coronel Elías a lo toldos de Calfucurá. Tuvo un muy difícil encuentro con los indios que relata Del Valle, a quien seguimos en mucho de esto. Regresó sano y salvo a los veinte días al Fuerte Blanca Grande con veinte cautivos.
Es premiado por estos actos y ascendido a Capitán y enviado a Buenos Aires para obtener, como se había comprometido, la libertad de los prisioneros indios que estaban en la laguna Blanca Grande. Obtiene lo que solicita y va nuevamente a las tolderías con los prisioneros y yeguas para los indios. Grandes fiestas y borracheras de sus amigos…y retorno con cuarenta cristianos liberados. Para obtener estos logros, Solano hablaba la lengua de los indios…
Durante la Guerra del Paraguay, con debilidad en la frontera, Solano tiene largas permanencias entre los indios, de donde retorna trayendo cautivos que con paciencia va obteniendo. Acompaña desde Chiloé hasta Azul y de aquí hasta Buenos Aires a Namuncurá y a varios capitanejos, hospedando en un importante hotel, por orden del Vicepresidente, en ejercicio de la Presidencia, Marcos Paz, para volver nuevamente a la frontera con mensajes para Calfucurá, visitando varias tribus.
Logró acuerdos y rescató más cautivos. Siendo jefe de la frontera en 1872, el coronel Rivas, Solano retorna al desierto en varios viajes, llevando regalos y trayendo cautivos, y en uno de los tantos viajes se trae cuarenta mujeres cautivas originarias del Rosario, y va a llevarlos a Buenos Aires, acompañado de varios capitanejos. Gran revuelo…Se entrevista con Monseñor Aneiros, Arzobispo de Argentina. Lo manda el Ministro Gainza a entregar las cautivas en Rosario, donde se aglomeran todos los que no han perdido la esperanza de reencontrarse con sus seres queridos, algunos que Solano trae. Es obsequiado con una hermosa medalla recordatoria.
En el combate de San Carlos, los indios al verlo le gritaban: “pásese, capitán, pásese…”pero el sabía donde estaba su lugar. Después de la batalla, Rivas, lo manda a los toldos, por enésima vez. Como el humor de los toldos no era bueno, por la derrota del guerrero y diplomático del desierto, Solano, con toda la agudeza gaucha, se las ingenia para obtener 37 cautivas, de las cuales, 7 eran de Bahía Blanca “las que Solano quería traer a Azul Solano –relata Del Valle- de donde serían enviadas a su destino por orden del general Rivas y bajo segura custodia. Los indios se opusieron, resolviendo que una comisión de entre ellos las conducirían a Bahía Blanca. En efecto, se pusieron en marcha con numeroso arreo de cargueros. Llevaban ponchos, matras, pluma de avestruz, quillangos, etc. Al llegar a Bahía Blanca una partida de soldados de las fuerzas del coronel Murga les salió al encuentro, y confundiéndolos con indios malones los pasaron a cuchillo. Entre los indios que formaban la comisión venía de jefe un sobrino de Calfucurá; y de segundo, un yerno del citado cacique. Las cautivas fueron llevadas a Bahía Blanca. Pocos días después, salía otra comisión de indios también con cargueros, y con destino a Bahía Blanca. A su paso encontraron los cadáveres de sus compañeros, y aprovechando que no fueron sentidos regresaron a los toldos con la noticia del fúnebre hallazgo. Entre tanto el capitán Solano había permanecido en Chiloé esperando reunir mayor número de cautivos para ponerse en marcha al Azul”.
Es de imaginar lo que pasó Solano en los toldos, donde pensaron en matarlo. “Solano tranquilo –sigue diciendo Del Valle- sin perder su serenidad ni su temple les habló en su lengua, logrando convencer al temible cacique que la culpa la tenían ellos mismos…” Calfucurá contestó: “Tenés razón hijo, por eso no te mato”, y tras arrojar su sable al suelo ordenó retirar a los indios, y así este héroe, sin prensa, retorno al azul.
Sintiéndose morir Calfucurá y sabiendo, que como era tradicional, que los cautivos iban a ser sacrificados para que lo acompañaran como esclavos y sirvientes en el otro mundo, llamó al lenguaraz Rufino Solano y le dijo: “Hermano capitán, huya con los cautivos antes que yo muera para que no los maten”, tomando rápidamente las disposiciones para que la fuga fuera, como resultó serlo, absolutamente exitosa.
Pero este azuleño, que no ha trascendido, sin miedo, retornó a los toldos, con regalos que el cacique retribuyó entregando cautivas que de la firma mano de nuestro héroe, llegaron a Azul, de donde saldría otras veces, en alguna de ellas mandado por el Ministro Alsina. En 1880, el general Roca lo comisiona para recibir y conducir a Buenos Aires, al caique Valentín Sayhueque.
“El capitán Solano murió en el Azul, viejo y pobre. Era hijo del guerrero de las invasiones inglesas y de la guerra de la independencia, Teniente Dionisio Solano, del célebre Regimiento Patricios. Como a tantos otros, la Patria lo tiene olvidado.
Todo el homenaje que ha recibido es una chapita plateada puesta por la Intendencia Municipal de Azul, en un rincón del cementerio. Por si quiere ir a ponerle una flor o dejarle un rezo, está casi en el rincón oeste en la última fila de nichos, antes de pasar a la parte nueva…Vaya…En esta tierra, donde los servicios se cobran por adelantado, cumpla Ud., con religiosidad y patriotismo, con una de las tantas obligaciones que tenemos pendientes, con nuestras gratuitas raíces…
Udaondo, hablando del lenguaraz, lo define diciendo que era la persona conocedora de idiomas indígenas que, en la época de frontera, servía de interprete entre cristianos y los indios. “Hubo algunos muy notables como el capitán Rufino Solano que gozó de la confianza del gobierno y de los indios, interviniendo eficazmente en tratados de paz, canje de prisioneros y de cautivos”. La Ley provincial Nº 2749 del 17-X-1876 le otorgó a Rufino Solano en propiedad un campo sobre el arroyo Tapalqué, de ¾ de legua de frente por dos leguas de fondo. Ceferino Peñalva le terminó comprando los derechos y acciones, de un campo del que nunca “tuvo papeles”.
Adolfo Alsina, le había dicho a Rufino Solano en azul, delante de mucha gente: “Usted en su oficio es tan útil al país como el mejor guerrero…”
¡Ay! Con este Azul y esta Argentina que no reconoce habitualmente a los que sirven, o sólo los llora mocosamente cuando se mueren, para olvidarlos con rapidez, salvo que hayan dejado mucha fortuna…
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